Tertulia celebrada el sábado 22 de enero 2005

“A la sombra de la casa y bajo el sol, a la orilla del río y junto a las barcas, a la sombra del bosque de sauces y el huerto de higueras, reció Siddhartha, el hermoso hijo del bramán, el joven halcón...”
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Presentación

En 1922, Hermann Hesse publica Siddhartha, un poema indio; una de las obras más leídas del siglo XX, que guarda todavía tesoros de sabiduría para las lectoras y lectores del siglo XXI.

El ya famoso escritor se encuentra en una época de plenitud literaria y con esta obra trata de dar respuesta a una angustia existencial agravada por la hecatombe física y moral que supuso la 1ª Guerra Mundial. Si Europa no es capaz de aportar a la humanidad otra cosa que artefactos, desarrollo tecnológico y crispación volvamos los ojos a Oriente.

Siddharha, es el reflejo del propio credo de Hesse, su respuesta: La búsqueda de la autenticidad humana en la experiencia de la unidad con el todo. Pero también y sobre todo, es la historia de un hombre en camino tras algo que añora y anhela. Un hombre que busca, a través de las distintas etapas de su vida, la satisfacción de un deseo un tanto impreciso, un deseo de perfección, de plenitud, de ansia de Verdad.

Así, busca primero como apreciado hijo de un bramán, la casta sacerdotal de la India, y a través de la religiosidad reglamentada.

“ No obstante el propio Siddhartha no sentía alegría ni gozo de sí mismo. Su corazón no compartía ese júbilo general cuando andaba por los caminos rosados del jardín de higueras, o se hallaba sentado a la sombra azul del bosque de la contemplación, cuando lavaba sus miembros en el diario baño propiciatorio, o hacia sacrificios entre las profundas sombras del bosque de mangos. Incesantemente se le aparecían sueños y pensamientos en que veía la corriente del río, el brillo de las estrellas nocturnas, el resplandor del sol. El ánimo se le intranquilizaba con pesadillas salidas del humo de los sacrificios, de los versos del Rig Veda, de las doctrinas de los viejos brahmanes.”

Luego junto a un grupo de samanas, ascetas peregrinos del bosque, alejado de los encionalismos sociales, realizando duras meditaciones y sacrificios.

“…tenía un fin, una meta única: quedarse vacío, sin sed, sin deseos, sin sueños, sin alegría ni penas. Deseaba morirse para alejarse de si mismo, para no ser yo, para encontrar la tranquilidad en el corazón vacío, para permanecer abierto al milagro a través de los pensamientos despersonalizados, ése era su objetivo. Cuando todo el yo se encontrase vencido y muerto, cuando se callasen todos los vicios y todos los impulsos en su corazón, entonces tendría que despertar lo último, lo más intimo del ser, lo que ya no es el yo, sino el gran secreto.”

Más tarde al lado del propio Buda Gotama, el despierto, en el que reconoce al que ya ha llegado a la ansiada meta.

“Así caminaba Gotama hacia la ciudad para pedir limosnas y los dos samanas sólo le conocieron por la perfección de su alma, por el sosiego de su figura, en la que no había búsqueda, ni voluntad, ni imitación, ni esfuerzo, sólo luz y paz.”

Pero también buscará entre los brazos de Kamala, la más bella de las cortesanas, su amiga y maestra en el arte del amor y entre los juegos de Kamaswami, el más rico de los comerciantes de la ciudad.

“ Es bueno –se decía– saborear personalmente todo lo que uno necesita aprender. Que los placeres mundanos y las riquezas no son nada bueno lo aprendí de niño. Lo sé desde hace tiempo, pero sólo lo he experimentado ahora. Y ahora lo sé, lo sé no sólo con la memoria, sino con mis ojos, con mi corazón, con mi estómago. Venturoso de mí que lo sé.”

Y por fin, al lado del río, en compañía de Vasudeva, el barquero que lo inicia en el arte de entender el lenguaje del río en el que navegan,

“…veía apresurarse al río que estaba formado por él y los suyos y todos los hombres que había conocido en su via; todas las olas y aguas se apresuraban dolorosamente hacia sus metas, muchas metas: la cascada, el lago, el torrente, la montaña, el mar, y todas las metas eran alcanzadas, y a cada una seguía una nueva, y el agua se convertía en vapor y subía hacia el cielo, se volvía lluvia y se precipitaba desde el cielo abajo, y se convertía en fuente, arroyo, río, y se esforzaba de nuevo, y volvía a deslizarse.”

Siddhartha nos presenta una aventura vital, un viaje a Oriente en el que se entrelazan Maya, el Karma, el Nirvana, la rueda de Samsara, el Atmán, … pero siempre, y como un hilo que engarza las cuentas de un collar, la búsqueda, el deseo de encontrar la Verdad, en el propio camino, a través del propio dolor, de la propia experiencia.

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tus comentarios…

Aunque se disfraza la biografía, y aunque asume en momentos matices personales, podemos reconocer fácilmente en este libro la historia del Buda. Siddhartha, el que domina los siddhis o poderes inferiores y superiores, es también el nombre del fundador religioso que vivió entre los siglos VII y VI a.C. y fue conocido como Siddhartha Gautama el Buda.

Naranjo.

El gran mérito de Hesse fue narrar lo inexpresable. A veces, el silencio es más elocuente que las palabras más sabias dignamente trenzadas. Hay una parte en la Verdad que no se puede contar, sobras las palabras; si no, el Misterio dejaría de serlo. Hermann Hesse sabía de esta limitación, pero a veces rozó los límites que a la palabra le han sido concedidos, expresó lo inexpresable.

Naranjo.

El hilo de fondo de la novela es, precisamente, el hilo de fondo de la vida humana, es el hilo del querer encontrar un sentido, el querer encontrar la Verdad en sentido filosófico y amplio de la Vida. Entender el por qué nacemos, el por qué morimos.

Pilar.

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epílogo

“No puedo adjudicarme el título de sabio. He sido un hombre que busca y aún lo sigo siendo; pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino que comienzo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre. Mi historia no es agradable, no es dulce y armoniosa como las historias inventadas. Tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que ya no quieren seguir engañándose a si mismos.”


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